Una intrincada sucesión de curvas con dos estrechos carriles, uno de subida y otro de bajada, conduce a un angosto aparcamiento con las plazas más estrechas que he visto en mi vida.

Si consigues llegar a la planta -2 sin colisionar con los vehículos en sentido contrario que invaden tu carril a cada curva, el panorama a la llegada es agradablemente similar a un paseo de cualquier pueblecito costero: acompañantes intentando ayudar a meter el coche en plazas minúsculas, conductores atrapados junto a una columna sin poder abrir la puerta, grupos de pacientes del hospital comentando las incidencias en la aventura de llegar y aparcar...

¡Ay, ay, ay! ¿Es que no existen normativas para estos aparcamientos, o es que son excesivamente permisivas?