Hay que conseguir que los barceloneses quieran pasear por la Rambla: sobran muchísimas tiendas de suvenires y supermercados, incluso restaurantes, y faltan comercios autóctonos con productos que aporten originalidad e identidad. Convertir La Rambla en una avenida completamente peatonal es también básico para una mejor convivencia entre todos. Falta controlar la venta ambulante ilegal y ofrecer a los paradistas de flores y también a los pintores unos espacios dignos de sus profesiones donde los visitantes puedan apreciar sus productos y obras y ofrecer una propuesta comercial próxima y auténtica.
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