Dados como somos al autoengaño tranquilizador, acostumbramos a moldear la realidad a nuestro antojo. Se ha convertido en un clásico la condena sin paliativos a nuestra clase política. Y convendría recordar algunas obviedades. La primera, que todos los políticos son iguales, pero salta a la vista que algunos son más iguales que otros. Y la segunda, que no son alienígenas, surgen de nuestro seno y, nos guste o no, reproducen nuestras miserias y limitaciones. Tal vez sea eso lo que nos incomoda tanto, ver reflejados en ellos al mediocre y al miserable que todos llevamos dentro.
Entretots