La Santa Inquisición persiguió a los herejes en nombre de la fe. Hoy, Hacienda persigue a los contribuyentes en nombre del bien común. El ciudadano sigue siendo presunto culpable. Los requisitos, crípticos. Los plazos, inexorables y el lenguaje, hermético.
Entretots
El miedo, ayer por la hoguera, hoy por la sanción, sigue funcionando. La redención llega a golpe de pagar, incluso cuando se tiene razón. Hacienda juega con la complejidad normativa además del coste, emocional y económico, de defenderse, hasta llegar a forzar la rendición del ciudadano.
No se trata de negar la necesidad de una Hacienda eficaz sino de recordar que el buen sistema fiscal no es el que recauda por inercia, sino el que distingue entre abuso y obligación.