Hace más de un año que el rey de España, Felipe VI, pronunció un famoso discurso que aún colea.

Siempre he entendido que España tiene una monarquía representativa, sin opción alguna de decisiones ejecutivas, ya que para eso se elige a los parlamentarios que forman el poder ejecutivo.

El papel del rey es el de representar a España y ser su principal embajador, así como de manera formal firmar los documentos que procedan.

El rey debe limitarse a sonreír, dar la mano, leer discursos protocolarios y ser ejemplo para los españoles monárquicos.

Al pronunciar ese famoso discurso, asumió unas funciones que no le competen, ya que para eso está el Gobierno elegido democráticamente, y al que de forma consciente y ostentosa dejó en evidencia.

Atacar una parte es España, cuyo comportamiento evidentemente le desagrada, no forma parte de sus tareas y fue un error mayúsculo además de incomprensible.

Debe entender que la reacción de tantos catalanes hacia su figura es fruto de su intromisión y su prepotencia.

Aprovecho para comentar que es rey por esa Constitución machista que nadie osa tocar.