Hace casi 3 años que vivo en Barcelona. Vine a rotar a un hospital durante mi residencia de pediatría y me enamoré de la ciudad, una ciudad cosmopolita, pluricultural, donde uno escucha por las calles cientos de idiomas diferentes.

Catalunya me abrió sus puertas inmediatamente, recorriendo como en todo el mundo, algunos trámites burocráticos. Y cuando digo abrió sus puertas, me refiero a que siempre me he sentido una más, con las mismas oportunidades laborales. Vivo con un catalán y soy 'la tieta argentina' para mis sobrinos.

Pasear por las calles de Barcelona es símbolo de tolerancia y respeto; la convivencia de culturas muy distintas, es la marca.

Con mis amigas la apodamos 'la ciudad de las valijas'. Barcelona acoge estudiantes, trabajadores y turistas de todo el mundo sin importar religión ni origen.

Soy nieta de inmigrantes judíos polacos y rusos que escaparon de la guerra, lo que sucedió el jueves en Barcelona recuerda aquellas épocas de racismo y odio que no tienen nada que ver con esta ciudad.

Barcelona es símbolo de armonía entre pueblos y lo seguirá siendo. Soy una ferviente defensora de la igualdad y la libertad de los pueblos, de las libres fronteras. Me considero nacida en Argentina pero persona del mundo. Todos somos del mundo. Mi abuelo siempre decía  'lo importante es el amor' y cuánta razón tenía.

Visca Barcelona. Visca el mundo.