El 10 de septiembre, algunas víctimas de la pederastia en la Iglesia protestamos delante del Parlament por la entrega de la medalla de oro de la Generalitat a la Abadía de Montserrat, una institución que ha protegido y encubierto a pederastas durante décadas. Al concluir, tras la marcha de los periodistas, los Mossos nos obligaron a darles nuestra identificación bajo amenaza de llevarnos a comisaría. Como si los delincuentes fuésemos nosotros y no los encubridores agasajados por el Parlament, que no ha movido un dedo para proteger y reparar a las víctimas.
Entretots
Quien piense que no es respetuoso interrumpir una acto institucional, que dedique 30 segundos a imaginar, de verdad, que durante un retiro o en un internado los curas a quienes ha confiado su hijo o hija la han agredido sexualmente con nocturnidad y alevosía, y que luego vuelva a votar si concede la medalla a los encubridores.
Los verdaderos culpables no son las manzanas podridas, como dice la representante del Govern, sino los guardianes del cesto, que pudiendo acabar con este horror en pocos meses hicieron que se extendiera durante décadas. Y encima, nuestra policía nos trata como delincuentes.