Añoro el boca a boca de mi juventud. Una manera de vivir sin móviles, sin internet, sin WhatsApp... Una sociedad con tan solo periódicos de papel, radio, bibliotecas, conversaciones familiares y el boca oreja entre amigos. Una época, en que la búsqueda de la verdad implicaba mucho tiempo, era una excursión muy larga. No obstante, cuando llegabas al final, tenías la sensación de que habías acertado.

Contra los móviles, internet, yo, obviamente, no tengo nada. Creo que en temas científicos y en algunos otros están ayudando muchísimo. Sin embargo, en lo que respecta a lo social, o sea, a la elección de los mejores líderes, antes, con el boca a boca, lo hacíamos mejor. No hace tanto, en la política en general, en nuestros colegios profesionales, en nuestras cámaras de comercio, sus dirigentes, siempre eran los más dotados. Los habíamos elegido mirándonos a los ojos — no a una pantalla — y a través del boca a boca.

Ahora, los que nos convienen se han aburrido y ya no se presentan, por lo tanto, aparecen al frente de nuestros gobiernos e instituciones públicas los Trump, los Johnson, los Salvini y los Torra. Por eso, como es lógico, una profunda desesperanza aflora entre nosotros.