Desde el inicio de la pandemia, un residente de la plaza de la Bonanova se ha autoproclamado 'animador' del barrio. A diario, tras los aplausos al personal sanitario, abre su balcón y con dos altavoces que nos tiemblan las orejas y las paredes de casa nos ensordece con una música hortera e infumable a la que añade un micro con comentarios al mismo deplorable nivel.
Se acabó el sosiego durante 40 minutos, la lectura relajada, la conversación amable, la audición de otras músicas en nuestro hogar, etc. Pienso que cada uno debería saber gestionar sus emociones, sin que se nos imponga con calzador una grotesca verbena sin comerlo ni beberlo.