Noche de Sant Joan, en Cardedeu, protegiendo un bichón maltés de poco más de cinco kilos durante más de cuatro horas, que fue más o menos lo que duró el clímax sonoro de cohetes con retranca y petardada varia. De hecho, no eran petardos, eran cañones... Si digo lo que verdaderamente pienso, me lloverán las demandas de los bienpensantes verbeneros. Entonces, lo disfrazaremos un poco, rozando la metáfora y la alegoría.
Entretots
Señores bienpensantes, homo sapiens todos, adaptados socioculturalmente al medio: ¿Qué es peor para un perro de raza bichón maltés, soportar una banderilla o un puyazo taurino -que puede durar segundos-, o bien una tortura psicológica de más de cinco horas, a base de bombardeo petardesco a mansalva? (Tendrían que haber visto la escena: respiración aceleradísima, estrés máximo, babas, movimientos circulares sin sentido, espasmos musculares de todo tipo, etc.)
¿Tiene alguna finalidad redentora o expiatoria esta tradición que consiste en hacer ruido sin más? ¿Les otorga alguna suerte de paraíso post mortem? Si fuera así, lo podría entender, pues el mal menor sería el sufrimiento indecible de los animales dichos inferiores. Por cierto, ¿los antitaurinos tendrán alguna voz al respecto o para ellos solo es el toro?
Visto lo visto, y como intuyo que soy grinch muy minoritario, me callo habiendo dejado una reflexión inútil... Gracias.