Sí, soy eurofán. Como buen fanático de Eurovisión, el concurso, para mí, no solo dura la noche de un sábado o tres días, si tenemos en cuenta las semifinales. Para mí dura un año entero, desde que acaba el festival anterior hasta la edición del año siguiente. Es el mejor momento del año. Es el momento de ver el mejor espectáculo audiovisual del mundo en diversas lenguas y diversos estilos de música. El Festival de Eurovisión 2024 tendrá lugar este sábado, 11 de mayo, en la localidad sueca de Malmö.

Soy consciente de que el festival siempre está en el punto de mira por toda la connotación política que implica, y este año no lo es menos. En 2022, tras lo sucedido en la guerra de Ucrania se decidió expulsar a Rusia. Personalmente, una decisión bastante comprensible. No obstante, este año tras el conflicto Israel-Palestina, se justifica la participación de Israel, ya que quiere ser un festival apolítico. Existe posicionamiento pronunciado en hacer boicot al festival, pero poco en otros acontecimientos internacionales como los Juegos Olímpicos de París, en los que también participa Israel.

Entiendo la posición que defienden muchos sobre la controversia de la participación de Israel en el concurso; entre los que me incluyo. Me apena que un formato televisivo que adoro, no solo por el espectáculo televisivo que ofrece sino por ser un espacio claramente visible a favor a la comunidad LGTBI, deje participar a un país que pretende blanquear su imagen y obviar este conflicto bélico.

Del mismo modo que quiero creer que la mayoría de fanáticos del fútbol no son machistas ni homófobos y defienden un deporte limpio, sucede lo mismo con aquellos que adoramos que haya un espacio televisivo libre de controversia política y se actúe igual con todos los países participantes.

Independientemente de la decisión que tome cada uno este sábado, creo que la organización debería reflexionar sobre por qué surgió Eurovisión y cuál es el futuro que deparará al certamen.