'Arbeit macht frei', "el trabajo os hará libres", lema del campo de concentración de Auschwitz, de triste actualidad 80 años después, es casi el mismo que sirve de soporte al civilizado Occidente: "el mercado debe ser libre". En esta parte del planeta que se gobierna por la iniciativa individual y la libre concurrencia todo es venable, el trabajo humano también y, por lo tanto, proporcionará grados de libertad en el mercado según el nivel salarial merecido.
Entretots
Las personas, los ciudadanos hemos desaparecido, somos solo clientes, los monopsonios y los monopolios son cada vez mayores y han devenido en macroempresas que controlan absolutamente no solo la producción y distribución de riqueza sino también las necesidades de los consumidores, que ejercen su libertad de elección entre un abanico de productos establecido en paralelo a los salarios otorgados.
Se quiere conseguir el pleno empleo cuando las máquinas pueden hacer casi todo el trabajo humano. El paro, en porcentajes de dos dígitos, es estructural, es decir, necesario, se percibe sin embargo como una ineptitud individual para competir en el mercado laboral, y el tener tiempo para el ocio no se considera un derecho colectivo sino un fracaso personal, casi un vicio insano.
A lo mejor ha llegado el momento de pararse y reflexionar sobre otras alternativas posibles para organizar la sociedad globalizada del siglo XXI, recuperar la ironía de los diletantes y atrevernos a proclamar en nuestro fuero interno, y hacerlo efectivo frente a las responsabilidades impuestas, el derecho a la pereza, el derecho a no trabajar y, así y todo, seguir siendo considerados seres humanos valiosos para nuestros semejantes.