El Ramon de Can Muntal es un 'botiguer' de los de toda la vida. Se levanta con el alba, cuida el huerto, alimenta a sus gallinas y después se pone a despachar. Cuando yo era pequeña creía que era muy alto y posteriormente me di cuenta de que estaba subido a una tarima de madera.
Entretots
Mi hermano Juanito tuvo asma de pequeño y el médico le recomendó veranear en este pueblo de la comarca de Osona. Pasábamos allí todas las vacaciones, que entonces eran de tres meses y como no teniamos teléfono, en su colmado se recibían las conferencias desde Barcelona. Él llamaba a nuestra puerta, que estaba al lado de su tienda, y decía: "'Senyora Jover, al telèfon'".
El Ramon de Can Muntal siempre sonríe, pero no solo con la boca sino que la sonrisa le ilumina el rostro demostrando que es un hombre feliz. Cuando voy a Taradell, todavía sigue allí, en su puesto, como si el tiempo se hubiera congelado y siguiéramos siendo los niños que le comprábamos llardons o plátanos de azúcar.
El Ramon de Can Muntal no es viejo, nunca será viejo, a pesar de que sus ojos ya han visto pasar cerca de 93 primaveras.