Circular en coche por la carretera GI-555 y descubrir, cada tres minutos, particulares paradas compuestas por una silla blanca de plástico y una bolsa de basura colgada en alguna rama de árbol, que forman parte del paisaje habitual en los arcenes de las carreteras de La Selva (Girona).
Entretots
Como observadora, siento cada vez lo mismo: lo veo, me indigno, paso de largo, se me olvida. Dos segundos.
Esta secuencia últimamente falla porque cada vez estas sillas las ocupan chicas más jóvenes. La mayoría de ellas, raramente, tienen más de 20 años. Uno ya no puede dejar de verlas, olvidar que existen, continuar y hacer como si nada.
Ayer por la tarde decidí llamar a los Mossos d’Esquadra y notificar la situación. Estaba dispuesta a dirigirme físicamente a la comisaría por si se requería formalizarlo como denuncia, pero la respuesta fue la siguiente: “¡Ah! Sí, ya lo sabemos. Es un tema muy difícil de erradicar. Lamentablemente esto ocurre porque hay demanda. Gracias por llamar”.
Ningún interés para que quedara constancia formal del tema. Ellos, como nosotros, siguen sentados en la silla.
Me cuesta trabajo entender cómo no pasa nada siendo un tema tan sensible y con tanta visibilidad. Aunque en la televisión no paramos de recibir campañas de sensibilización contra la trata de personas; parece que no haya un interés real para acabar con todo esto. ¿Nos extraña? Pues es lo que hay.