El otro día nos reunimos cuatro amigas para ir a ayudar al Cottolengo. La iniciativa salió de una de ellas, fruto de las palabras del Papa Francisco en este año de la misericordia: hacer una obra de misericordia corporal y espiritual cada mes. Pensamos en lugares donde podíamos colaborar, y como la mayoría no habíamos ido nunca al Cottolengo, empezamos por allí. No era solo dar de comer, sino acompañar a los enfermos y discapacitados. Fue una experiencia única, impresionante, con algún momento de emoción por el cariño que mostraban cuando les dabas de tu tiempo.
Entretots
Nuestra sorpresa fue que encontramos a unos jóvenes de 14 años de un colegio cercano, el Cardenal Espinosa, que al parecer iban cada semana a ayudar. Si para nosotras, ya adultas, parecía que aquello tenía mérito, ver a aquellos chicos nos conmovió. Iban a ayudar por propio convencimiento y no porque en la escuela se lo dijeran. Esto nos hizo pensar en nuestros hijos, y en tantos adolescentes que valorarían más la vida si practicaran este tipo de voluntariado.