Leo compungida la carta de un médico de Manresa, 'Un cubata y una ambulancia' , promocionando el uso de ciertos tipos de copago. El caso muestra: un joven borracho en un servicio de urgencias. Y la conclusión: "Debemos cobrarles". Y ahí estamos, muchas compañeras de fatigas, aplaudiendo el argumento, y regocijándonos en nuestro paternalismo.
Entretots
Argumentar el uso de copagos con la casuística es peligroso. ¿Quien determinará si el uso del servicio sanitario ha sido inadecuado? ¿Cuando? ¿Habrá baremos o escalas? ¿La tasa a pagar será directamente proporcional a la fechoría del abuso? ¿Y que coste supondrá la puesta en marcha del operativo?
Debemos de una vez asumir nuestra responsabilidad como profesionales de salud. En educación por la salud, en cuestiones de autocuidado hemos fallado. Hemos infantilizado a la población hasta tal punto de que, es verdad, a veces se consultan banalidades. Pero es lo que recomendamos nosotras mismas constantemente: que consulten al CAP, que acudan a Urgencias y, si no, que no se tomen nunca nada, ni un triste paracetamol.
Y después nos quejamos. Nos quejamos porque vienen a estorbarnos y porque no saben tanto de salud como nosotras, que sabemos mucho. Y realizamos ocho mil pruebas o procedimientos innecesarios (por ineptitud o por medicina defensiva) y utilizamos los recursos (también nosotras) de forma ineficiente. Y programamos otras tantas visitas innecesarias.
¿Pondremos también tasas a los profesionales abusones? ¿Hemos pensado en instaurar copagos para los gestores ineficientes? ¿Y para las derivaciones innecesarias?
Antes de trasladar la responsabilidad a nuestros pacientes, casi que miremos el sistema y nos miremos a nosotros mismos.
En el caso de la anécdota, cabe preguntarse antes: ¿realmente era necesario llevarlo a un hospital? ¿Y movilizar una ambulancia? ¿Quien lo decidió? ¿No será que en este sistema mercantilizado el abuso resulta en cierta manera rentable?