Cuando una se pasea por el espacio rural y lo incorpora con su idiosincrasia, respetando sus límites y sus dinámicas se da cuenta del diamante en bruto que es, y de todo lo que se puede hacer para mejorar la vida de las personas allí. Desde facilitar la recogida de residuos y el reciclaje, como emprender programas de recuperación, porque en lo rural tenemos un patrimonio exquisito de edificios con muchos siglos a sus espaldas; de ermitas que necesitan un lavado de cara y que pueden promover un turismo de naturaleza (sin saturación) que a la vez vele por los bosques, los caminos y accesos, de centros de interpretación etc.
Entretots
Espacios con la capacidad de fijar población, ya sea en tareas de conservación (medio ambiente o patrimonio) y con la fuerza suficiente como para dar servicio a la población que ya vive allí: bibliotecas, colmados, centros asistenciales (que a su vez generarían puestos de trabajo cualificados y revitalizarían la zona). No solo se ha de promover el traslado de nómadas digitales, que son eso, nómadas.
El servicio público a la ciudadanía no tiene que ser rentable, y los costos por una prestación digna y mínima para los habitantes no son exacerbados, cuestan mucho menos que macroproyectos innecesarios de un turismo insostenible que arrasa nuestro paisaje y nuestros recursos. Un país son sus pueblos y aldeas, también los olvidados, así que dejemos la amnesia a un lado y permitamos que los que vivan allí lo hagan con calidad, y los que quieran ir a vivir allí puedan hacerlo con los mismos derechos y servicios que cualquier otro ciudadano.