Conocí a Luis Racionero a través de su hermano Claudio, que regentaba el garaje Catedral, situado a la vera del Colegio de Arquitectos de Catalunya (COAC).
Entretots
Conversar con Luis era muy ameno; en nuestras charlas él era el protagonista, pero cuando aparecía su singular risa después de algunas de mis intervenciones, constataba que también sabía escuchar.
A finales de los 80, presidiendo yo la demarcación de Barcelona del COAC, lo invité a una sesión para analizar las plazas de Barcelona que se estaban rehabilitando por la proximidad de las olimpiadas y habló de todas ellas criticando su dureza.
No obstante, lo más divertido fue cuando al hablar de la plaza dels Països Catalans confesó que pisaba muy a menudo aquel lugar y nunca pensó que aquello fuera una plaza.
En mi libro '20 personatges, 20 llocs viscuts', en el que entrevistaba a 20 personajes de Catalunya en el lugar que ellos escogían, Racionero eligió el castillo de Montjuïc, ya que su padre, cuando Luis tenía 7 años -en 1947-, pasó a ser su máxima autoridad militar.
Luis Racionero, además de ser un buen amigo, un atractivo intelectual y un gran escritor, era muy valiente y sincero. Muchos ya lo añoramos.