Cualquier turista puede pensar que la historia es una sierra mecánica monstruosa, así lo parece en el yacimiento arqueológico del Born, con las casas medievales cortadas como una tarta de cumpleaños. Además, gracias a un gran archivo notarial se pudieron identificar muchas de ellas.

Pienso, creo, que la cultura es un cúmulo de casualidades, así que también se podría decir que los arqueólogos ya sabían que una necrópolis hallada en el paseo Lluís Companys llevaba allí soterrada desde que las tropas borbónicas allanaron este lugar para la construcción de la Ciutadella. La palabra necrópolis suena bien, a lugar insurgente y prometedor y hasta me atrevo a decir a sorprendente, porque los barceloneses tenemos suerte, podemos querer a esta ciudad en varios contextos históricos, como un amor maduro con el que pasear por sus calles orgulloso; uno puede andar y perderse por mil y un lugares. Y tiene gracia que bajo nuestros pies nos enteremos de lo que había, o mejor dicho aún, lo veamos como si desapareciese el suelo bajo nuestros pies, porque así es como fue.

Veremos qué pasa y se les ocurre a las autoridades municipales, que, de momento, han detenido las obras de los nuevos y antiguos juzgados por el yacimiento hallado: 16 tumbas altomedievales y un mosaico de la exposición universal de 1888. Yo también paseo por Barcelona junto a los turistas, por Barcino, casi sin darme cuenta de que ha sido siempre mi ciudad, y a lo mejor en poco tiempo podemos pasear por esa necrópolis, entre tumbas, piedras y arcilla.