El siglo XXI es el siglo de la sinrazón, de la manipulación total y absoluta de la voluntad social. La era de la desinformación causada por la sobreinformación, el sensacionalismo y el uso de la emoción para el control popular.
Entretots
Catalunya y España se merecen poder decidir sobre su futuro. Necesitamos una reforma a nivel no solo comunitario sino estatal. Respeto absolutamente el sentimiento de pertenencia a una cultura pero no acepto la sinrazón que estamos viviendo y empiezo a dudar de la capacidad para discernir entre argumentos justificados y la mentira emocional en un mundo donde la información se consume en cápsulas de 30 segundos de imágenes sacadas de contexto.
Vivimos en una era en la que ciertas ideas políticas radicales o movimientos sociales se convierten rápidamente en virales porque se aprovechan de la nueva forma de consumir información y de tomar decisiones, irracional, casi como un acto reflejo, un like o lo que es peor, un dislike, usando la emoción como arma.
Ya lo decía Naomi Klein: "El medio es el mensaje". Los medios del siglo XXI permiten borrar personas de tu red como quien mata zombis en un videojuego, deshumanizan las relaciones con el consecuente peligro en el comportamiento social. Relaciones que se terminan con un bloqueo, fronteras que se construyen con una idea viral, revoluciones que se activan a la velocidad de un clic.
Si algo tenemos todos en común es que creemos que este país necesita una reforma constitucional. Está pidiendo un cambio pero no lo comprende y no lo sabe articular. Necesitamos una nueva generación de políticos que hayan leído a Ortega y Gasset, a John Locke y estén libres y sean contrarios a todo el sistema de corrupción política que mueve los hilos de este país.
Una nueva generación que no prometa quimeras imposibles de asumir económicamente, que no bloquee el diálogo, que no nos aleje del sistema solidario de unión de naciones que es España y también Europa y que no promulgue la ruptura social. Una nueva generación que no construya muros, que no base su estrategia en la mentira, en el populismo y en la postverdad.