El Ayuntamiento de Milán ha vetado la posibilidad de comprar comida a partir de la medianoche, con el objetivo de procurar el descanso de sus ciudadanos, una medida que no deja de ser una decisión atrevida, tomada a sabiendas de que el gremio de la restauración se opondrá con uñas y dientes.

En nuestro país llevamos tiempo sin poder celebrar que nuestros políticos sean atrevidos. El turismo absorbe a España y no al revés, y eso nos está matando.

Actualmente, el presenciar vómitos sobre las aceras a primera hora de la mañana en la Barceloneta, turistas borrachos cuando ni siquiera han dado las nueve de la noche o escucharlos gritar por nuestras calles se han vuelto escenas cotidianas. Hemos abierto las puertas de nuestra casa y nos hemos prostituido.

Canarias y Catalunya levantan su grito al cielo y los dirigentes parecen desoír las imploraciones de sus ciudadanos solo porque no son capaces de construir propuestas que potencien otros sectores.

En España tenemos (o formamos) el talento para poder hacer de nosotros un referente en tecnología e innovación, en agricultura sostenible, en industria (a poder ser, no la armamentística), pero en cambio, año tras año seguimos eligiendo financiarnos a través de un modelo que va por épocas y que no ofrece a sus trabajadores ni siquiera unas condiciones atractivas.

Es momento de decir, como Milán, que los turistas tienen helado en su casa.