Las elecciones andaluzas nos dejan un insólito paisaje político. La comunidad históricamente más socialista de nuestro país permite situar a doce diputados de Vox en su Parlamento. La democracia al servicio de la ultraderecha. Irónico, si se me permite la expresión, pues el pueblo es soberano. Aunque me entristezca ver como el mensaje fácil, populista y cargado de prejuicios (utilizados desde antaño con inmenso éxito) emponzoñen a la gente cómo una infección. Nos encontramos en la época de los partidos de la post-verdad, malos augurios.
Entretots
Personajes como Santiago Abascal sólo reafirman la crisis política que acucia a este país. Líderes carentes de iniciativas y propuestas constructivas. Alarmante, pero además, no contentos con ello, consiguen volver intrascendentes cuestiones básicas como la igualdad y la democracia. ¿Debemos asistir atónitos a sus discursos y maneras, más propios de un vodevil televisivo de perfil bajo que de una palestra política?
La ascensión de esos partidos me preocupa, y mucho, pues consiguen aproximarnos a Europa, sí. Pero no a la Europa que deseo. ¿Realmente el modelo a seguir son el Frente Nacional (FN) de Francia, la Liga Norte de Italia, el PiS polaco o el Jobbik húngaro? Espero que no, pues las nubes se cernirán sobre España y Europa, cargadas de demonios. Demonios ya conocidos, viejos y fétidos.