El legítimo combate de la palabra disonante o disidente no debe venir de ninguna otra fuerza que no sea la de la propia y poderosa palabra; que permite a través de la discusión y el diálogo constructivo, la legítima confrontación de ideas y principios en un marco de libertad.
Entretots
Es cobarde pues, quien rehúsa el gran poder de la palabra y se esconde detrás de la fuerza bruta o legal para combatir determinadas disidencias o disonancias fruto simplemente de la libre expresión de un individuo o colectivo, pues con ello denota tanto una gran debilidad como su falta de coraje.
La grandeza del individuo o de ciertas entidades supraindividuales, se puede medir pues a través de su mayor o menor capacidad de resolver sus diferencias a través de la palabra. Por el contrario, la incapacidad de encontrar en ésta (la palabra) su intrínseco gran poder de diálogo y convicción, conduce a un irracional uso de la fuerza absolutamente impropio en cualquier contexto que presuma de libertad.
Huelga recordar que mientras democracia y palabra son sinónimos de libertad, la fuerza se asociaría más a otro antagónico sistema conocido como dictadura.