Napoleón Bonaparte consideraba que China era un gigante dormido. "Déjenlo dormir", afirmaría, "porque cuando se despierte se tambaleará el mundo". Salvando las distancias, el covid-19 parece cumplir la profecía. China puede aprovechar esta crisis y su rápida recuperación para consolidar su ascendencia.
La eficacia de su autoritarismo puede legitimarlo como alternativa política; el restablecimiento de su producción puede copar la parte del mercado desabastecida por las cuarentenas en Occidente; y el poder blando que representa su ayuda médica puede ganarse el favor de la población mundial.
Hoy, con nuestro civismo, debemos demostrar que las democracias liberales también pueden con este coronavirus.