Me despierta el ruido de una lavadora centrifugando. Es la una y media de la madrugada. Mi habitación da a un patio de luces y a pesar de que los cristales de las ventanas son gruesos, el sonido estridente taladra mis oídos. Tengo que madrugar para ir a la universidad al día siguiente, y espero a volver a coger el sueño. Con un poco de suerte, a las seis de la mañana ningún otro vecino pondrá la lavadora.

No es que mis vecinos sean masoquistas o quieran hacerme la vida imposible, pero el precio de la electricidad se ha disparado de tal manera que aprovechan las llamadas horas valle, de las doce de la noche a las ocho de la mañana. Para colmo, la tarifa puede variar cada día.

¿Cuántos políticos se aprovechan de las puertas giratorias? ¿A ellos también les despierta un centrifugado de madrugada?