En el mundo normal, -es decir, ese en el que nos movemos a diario los ciudadanos de a pie, sin ser famosos ni poseer fortunas petroleras- entendemos que un regalo es algo que se entrega sin pedir nada a cambio. En definitiva, se trata de un objeto que una persona da a otra con la intención de felicitarla o agasajarla.
Entretots
En Barcelona, el 23 de abril no faltan ni las rosas ni los libros. El Día Internacional del Libro se convierte en Catalunya en una jornada festiva con tintes románticos. Es el día de Sant Jordi, el patrón, y hay dos regalos que se repiten año tras año: un libro y una rosa. Sencillos, simbólicos y, sobre todo, asumibles para el bolsillo.
Otro obsequio, algo más costoso, pero también muy habitual, es el anillo que el novio entrega a la mujer amada para que acepte ser su esposa. Con él se celebran las vigilias de un feliz evento: una boda. Los tres -rosas, libros y anillos- son objetos que simbolizan el amor.
Sin embargo, que el emir de Qatar regale a Donald Trump un avión-hotel de más de 400 millones de dólares me resulta difícil de digerir. Es un objeto enorme y carísimo que no sé en qué categoría incluir: ¿felicitación, agasajo o amor?